miércoles, 24 de noviembre de 2021

Concurso de microrrelatos "Cambia tu cuento"

 

 "Cambia tu cuento", XIV Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género

IES VALDELAGRANA

Con la ayuda del AMPA y coordinado por el Departamento de Lengua Castellana y Literatura e Igualdad.

 

Con motivo del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se ha llevado a cabo un concurso en nuestro instituto, concurso que continúa con la tradición de los microrrelatos, pero esta vez con una novedad: estos debían mostrar las historias de Blancanieves o la Cenicienta exentas de los micromachismos presentes en ellas. 

Parece fácil, ¿verdad? Pues para nada lo es. Sin embargo, nuestro alumnado ha demostrado poseer una imaginación, creatividad y dotes literarias dignas de lxs mejores escritorxs, además de una capacidad de análisis de situaciones micromachistas, de actualización de los cuentos a la época en la que vivimos, acercándolos a lo que nuestra sociedad pide, un mundo igualitario y libre, madura y envidiable.

¡Gracias a todxs los que habéis participado! Seguid luchando por la igualdad, seguid haciéndolo con la palabra y nunca os rindáis. 

Os dejamos los microrrelatos que han obtenido la mención honorífica y los ganadores para que los disfrutéis.

¡Hasta el curso que viene! ¡Que la igualdad os acompañe!


MENCIONES HONORÍFICAS


EL CENICIENTO

VÍCTOR MARTÍN-BEJARANO, 1 ESO A

Había una vez un joven, cuyo padre había muerto cuando él era pequeño.

Su madre intentaba pasar tiempo con él y educarlo. Pero, como eran pobres y tenían que trabajar todo el día, apenas le quedaba tiempo para estar con él y atenderlo.

Un día, la madre le preguntó a su hijo: ¿Te gustaría tener un papá que te cuidase? Él, por supuesto, dijo que sí.

Así fue como la madre de ese niño decidió casarse de nuevo.

El nuevo esposo también era viudo y tenía dos hijos. “Los tres niños crecerán juntos y serán buenos amigos”, pensó la madre.

Sin embargo, el padrastro, que era muy antipático, no creía lo mismo. A sus hijos, les cuidaba y mimaba, pero a su hijastro le obligaba a hacer todas las tareas del hogar, como limpiar las cenizas de la chimenea.

Por eso no era casualidad que ese niño se llamase Ceniciento, como andaba todo el día manchado de ceniza.

Un día, la reina pensó que su hija, la princesa, tenía edad de casarse. Tuvo una idea brillante. “Haré una fiesta en el palacio e invitaré a todos los muchachos del reino”.

Los heraldos de la reina iban anunciando con trompetas y clarinetes, recorriendo todo el reino. Al final del día, hasta los pueblos más lejanos y pequeños se enteraron de la fiesta que iba a hacer la reina el próximo sábado por la noche del mes próximo.

Así llegó la noticia a oídos del padrastro, quien de inmediato ordenó a sus hijos que preparasen sus mejores ropas. Al mismo tiempo, le dijo a Ceniciento que se tenía que quedar limpiando el suelo.

El día de la gran fiesta, cuando sus hermanastros se fuero, a Ceniciento de pronto, entre las llamas de la chimenea, se le apareció un hada, que le dijo: No te preocupes, tú también irás al baile.

Entonces, el hada rozó con su varita la vieja ropa del muchacho. Y, en un abrir y cerrar de ojos, Ceniciento se vio cubierto con una ropa preciosa, también el jardín tenía un carruaje, que en su interior tenía una carta que decía: “tienes que llegar antes de medianoche, o si no, la magia desaparecerá.

La llegada de Ceniciento despertó un murmullo de admiración: “¿Quién es?”, preguntaron.

Pero quien más se formuló esa pregunta, fue la princesa. A partir de ese momento, la princesa y Ceniciento no dejaron de bailar juntos.

Ceniciento escuchó una campanada, y corriendo se fue a su casa. Pero, con las prisas, se le cayó su chaqueta. La princesa la cogió, y decidió buscar a su dueño.

Al día siguiente, la princesa fue a casa buscando al dueño de esa chaqueta.

De pronto, Ceniciento se dio cuenta de que la princesa estaba en su casa, fue corriendo y le preguntó: “¿Me la puedo probar yo?” “¡Por supuesto!”, dijo la princesa. Ella se quedó asombrada. Le quedaba bien la chaqueta. La princesa, desde ese momento, supo que él era el amor de su vida.



CONDENADA

MAITE TORRES OCHANDO, 2º ESO B

Huía bosque abajo sin pararme, sabía que si lo hacía sería el final. Aquellos cazadores corrían tan rápido… parecían ansiosos por cazar y sus zancadas eran tambores que retumbaban en mis oídos. Eran hienas hambrientas intentando alcanzar a un mono.

Pero sus intentos fueron en vano, yo era astuta, hábil, fuerte y con un gran oído, en cambio, ellos, ellos eran monstruos cegados por su deseo de libertad que había sido arrebatado por la misma persona que me había condenado a muerte, mi madrastra, o como otros llaman, reina. Ella siempre me había envidiado por mis grandes habilidades y sobre todo por mi agudo oído.

Desde lo alto de un corpulento roble pude ver mejor a todas las cazadoras y a los cazadores que aún seguían buscándome, “¡Blancanieves!” gritaban muchos de ellos. No esperaban que les respondiese pero gritar mi nombre se había convertido en una de sus últimas opciones.

Cuando al fin amaneció, todos abandonaron sus puestos, bajé del árbol y seguí caminando sin un lugar al que dirigirme, pero eso cambió cuando mi oído percibió el sonido de una puerta cerrándose en lo que parecía una casa cercana, seguido de un delicioso olor a sopa que me había convencido para cambiar mi dirección. Detrás de un frondoso abeto, había una pequeña casa de adobe color canela, tenía un techo de madera y parecía que había sido construida con el mayor cuidado posible. Ni siquiera me molesté en llamar, tenía tanta hambre…

Para mi suerte, la casa parecía vacía y había encontrado una gran cazuela con sopa, me serví un poco y me la bebí tan rápido como pude. Luego, en unas de las pequeñas camas que encontré, me quedé dormida. Al abrir los ojos, unas diminutas caras que parecían extrañadas por mi llegada esperaban una respuesta. Intenté hablar, pero no se me ocurría ninguna excusa.

- ¿Quién eres? -preguntó uno de ellos.

- Eeeh, yo...yo- No sabía qué decir y parece que consiguieron comprender mi desesperación.

Uno de ellos dijo con una voz muy grave: “Yo soy un gruñón”, seguido de otra voz: “Yo soy mudito”. Continuaron presentándose todos y cada uno de ellos, pero no pude escuchar más porque la ventana de la derecha había robado toda mi atención, una oscura silueta parecía dirigirse a la puerta. Corrí hacia la entrada, “¿Y si me ha encontrado?”, pensé. Alguien llamó a la puerta, las pequeñas criaturas se apresuraron a abrirla antes de que pudiera impedírselo. Mi madrastra acompañada de varios cazadores parecía feliz de haberme encontrado, aunque la alegría no era mutua. Uno de los cazadores llevaba en su mano un sedante que no tardó en clavármelo sin piedad. Antes de que hiciese efecto conseguí alcanzar unas tijeras la cual hundí bruscamente en el estómago de mi madrastra.

Desperté en una inhóspita habitación, estaba rodeada de personas que vestían batas blancas. A mi derecha había un cadáver. “¿La reconoce?” dijo una de las mujeres con bata blanca. No contesté, no sabía si debía hacerlo. “Blanca, podría decirme dónde está”. La verdad no sabía en qué lugar me encontraba, pero estaba segura que ya había estado allí.

- ¿Sabes quiénes somos? -siguió uno de sus compañeros.

“Los cazadores”, susurró una voz en mi cabeza, en cambio, negué con la cabeza. Ahora todo cuadraba, aquella mujer muerta era mi madrastra, aunque algo en mí no la reconocía como tal.

Ellos continuaron, aunque esta vez hablaban entre ellos: “Se podría decir que esquizofrenia o una variante de ella, la cual se caracteriza por transformar la realidad o también, aunque rara vez expresa sus sentimientos o emociones reflejado en personas, animales u otros seres. En conclusión, serían unos 15-20 años condenada…”. Dejé de escuchar, un molesto pitido era lo único que oía, aunque una palabra hacía eco en mi conciencia, volvía a estar condenada…



PRIMER Y SEGUNDO PREMIO


PRIMER PREMIO

YA NO SOY CENICIENTA

MARTINA MALO DE MOLINA TÉLLEZ, 2º ESO B

Me llamo Ela, mas todo el mundo me llama Cenicienta, debido a mi imagen tan descuidada y a que me caliento con las cenizas del fuego, que ha servido para calentar a mi madrastra y a mis hermanastras. Paso el día recogiendo para ellas y la noche escribiendo lindos poemas y relatos que nadie llegará a leer porque una mujer no puede vivir por sí sola, mas eso está a punto de cambiar para todos.

Veréis, mi reino lo gobierna una sabia reina y un severo rey. Su descendiente es un sinvergüenza que organiza cada mes un baile real al que asisten todas las mujeres seguras de que, en uno de ellos, él encontrará a su princesa, que será la más bella, que resplandecerá nada más pasar la puerta, mas yo sé que solo se mofa de ellas. Yo jamás he asistido ni asistiré a uno de esos bailes, ya que solo es una manera graciosa del príncipe de reírse del papel tan injusto que tienen las mujeres en esta vida, prefiero buscar la manera de labrarme mi propio futuro con mis relatos.

Una de las innumerables noches de baile, me senté fuera en un banco. Estaba sola con mis pensamientos, hasta que una pequeña luz se aparece ante mí. Esa pequeña luz va agrandándose poco a poco hasta alcanzar tamaño humano. Es mi hado madrino, que dice que viene a concederme la oportunidad de ir al baile. Me regala un hermoso vestido, unos tacones de cristal y una carroza, pero yo lo rechazo todo, no tenía intención de ir esa noche al baile, ni esa ni ninguna. Entonces, él me explica que ese baile es la oportunidad perfecta no de impresionar al príncipe sino de cambiar la sociedad; me devuelve mi sucio atuendo anterior y me doy cuenta de que tiene razón, yo puedo hacer realidad mis sueños si me levanto y grito sin dejarme nada dentro.

Así lo hago yo. Estoy atemorizada, no sé cómo reaccionarán, pero tengo que intentarlo. Cenicienta se habría callado, pero yo soy Ela. Soy consciente de que llego tarde al baile, pero así llamaré la atención de todos, al entrar en la sala. La primera reacción es común, todo el mundo de burla de mi atuendo mas no me importa, esa era la reacción que esperaba. Me subo al gran escenario en el que tocaba la banda y suelto un grito que hace que cese la música, fijando todas las miradas en mí.

- Hola a todas, soy Ela, vengo a hablar con vosotras, pero primero voy a haceros una pregunta: ¿De verdad os merece la pena poneros esos vestidos tan pomposos con los corsés tan apretados y los tacones tan incómodos, solo para impresionar al memo que os mira desde el palco y se cree que lo hacéis para él? No, no la merece, yo lo sé, todas lo sabemos, y no es justo, para nada lo es, pero es así. Yo no voy a ser la tonta que lo deje pasar. ¡No! Yo quiero dejar marca, quiero vivir y cumplir mis sueños, quiero ser libre, yo dependo de un hilo, pero ahora ese hilo lo tengo yo.

Tras finalizar mi discurso, miran al príncipe y se dan cuenta de que solo es un montón de basura repugnante que nos utiliza, mas eso se acabó, ya no tendrá más ridículos bailes, la vida tal y como la conocíamos acababa de cambiar.


SEGUNDO PREMIO

LAS AVENTURAS DE BLANCA

ISABEL DE SANTIAGO BENVENUTY, 2º ESO B

Hace mucho tiempo, en un pueblo muy lejos de aquí, vivía una chica a la que se le murió su madre. Ella estuvo muy apenada por ello, pero tuvo que continuar con su vida, y también lo hizo su padre, que se casó con otra mujer.

La chica se llamaba Blanca y la mujer con la que su padre se casó, su madrastra, estaba muy celosa de la relación de Blanca con su padre, no entendía que la quisiese tanto, así que Blanca, para no causar problemas, se marchó.

Cuando llegó a la ciudad, a pesar de que estaba un poco asustada, se dio cuenta de que tenía que vivir por sí misma, y como siempre había tenido muy buena mano para hacer postres, compró una pastelería. Empezó a tener mucho éxito, así que buscó ayuda, y empezaron a trabajar con ella siete hombres muy pequeños, a los que ella llamaba los siete enanitos.

Blanca vivía muy contenta. A la pastelería iba todos los días un chico y compraba un trozo de tarta de manzana, que era la tarta que mejor le salía a Blanca, poco a poco empezaron a gustarse.

Un día, apareció por la pastelería la madrastra y le llevó una cesta con manzanas, Blanca las aceptó pensando que era para hacer las paces, pero las manzanas estaban envenenadas. Blanca hizo una tarta con las manzanas como siempre, sin saber que estaban envenenadas. Cuando el chico llegó, pidió su trozo de tarta, y Blanca se lo dio, además de su café. Al probar el trozo de tarta, el chico se desmayó y cayó en un sueño infinito.

Blanca se sintió muy apenada, creía que había matado el primer chico que le había gustado, pero pensó que igual podía solucionar el problema de la misma forma que lo había creado, e hizo un pastel con manzanas sagradas. Blanca consiguió que el chico tomara el pastel, a pesar de que estaba muy adormilado.

Mientras tanto, la madrastra se sentía muy arrepentida por lo que había hecho, pensaba: “las mujeres tenemos que apoyarnos entre nosotras, lo que he hecho está muy mal, soy una maldita celosa”. Salió corriendo a la pastelería y cuando llegó vio que Blanca estaba despertando al chico con las manzanas sagradas, le pidió perdón y se lo explicó todo.

Ahora Blanca es millonaria y dueña de una cadena de pastelerías, el chico trabaja para ella y se encarga del reparto a domicilio de pasteles, y toda su familia está reconciliada. En las muchas pastelerías que tiene por el mundo trabajan enanitos en los que confía plenamente.


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